
Muchas personas, especialmente las mujeres, se sienten culpables cuando manifiestan abiertamente sus opiniones y necesidades y, al hacerlo, tienden a disculparse con frases como "Lo siento mucho, pero tengo que volver a molestarte..." o "Si no te importa, me gustaría...". Los psicólogos relacionan esta manera de expresarse con una baja autoestima y animan a liberarse de esta actitud para mejorar el concepto que se tiene de uno mismo. Un primer paso para conseguirlo es expresar los deseos o peticiones de forma breve y concreta, y adoptar una actitud decidida mirando al interlocutor a los ojos. Cambiar estos pequeños gestos nos llevará a ganar confianza y seguridad, y nuestros deseos serán atendidos de forma más eficaz. Aunque el verdadero cambio se produce al autoconvencerse de que tiene pleno derecho a manifestar los pensamientos o exigencias. Algo que, según el psicólogo Robin Lakoff, profesor de la Universidad de Berkeley, cuesta más a las mujeres por la etiqueta de "ciudadanas de segunda" que han arrastrado durante siglos.
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