Hay personas que, en lugar de tomar las riendas de su vida, se dejan llevar, permitiendo que sean otros, o el mismo destino, los que decidan por ellas.
Esta actitud, aunque cómoda, nunca resultará del todo satisfactoria, ya que negarse a ser el protagonista de la propia vida puede generar frustración e insatisfacción.
En la mayoría de ocasiones, la causa de esta falta de decisión es el miedo a equivocarse. De esta manera, si las cosas no funcionan, siempre se puede culpar a los demás o a la mala suerte. Cualquier cosa antes de asumir la propia culpa.
Para acabar con esta dinámica, es necesario ser valiente y empezar a tomar decisiones por uno mismo. El primer paso será hacer una valoración del estado general de la trayectoria vital para determinar qué puntos deben cambiar (trabajo, amigos, estilo de vida, etc.).
A continuación, se deberá elaborar una estrategia para abordar estos cambios con total garantía. Si, por ejemplo, se quiere cambiar de trabajo, será necesario reciclarse laboralmente, dedicando un tiempo a formarse.
De la misma manera que el niño se cae cuando empieza a andar, es posible que se cometan errores o se experimenten fracasos. No hay que desistir, ya que ésto forma parte del proceso de aprendizaje.

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