martes, 19 de junio de 2012

Los principios de la sinceridad




  1. La sinceridad es cosa de dos. Deja de ser virtud cuando no se tiene en cuenta al otro.


  1. Cuando decimos “te lo tengo que decir”, es probable que malinterpretemos la sinceridad. Nos quedamos más tranquilos, pero seguramente no ayudamos al otro.


  1. La crítica no es sinceridad, es juicio. Es importante distinguir entre lo que es hacer una observación, “te digo lo que percibo sin decirte lo que me parece” y emitir un juicio, “te digo lo que opino sobre lo que percibo”.


  1. Los juicios muestran nuestra no-aceptación del otro. Nos convierten en “denunciantes” de los errores del otro y, por lo tanto, en pésimos compañeros de viaje.


  1. Aceptar no significa estar de acuerdo. Todos tenemos nuestros valores. Aceptar es: “Yo te acepto con tus valores, en el especial momento de tu desarrollo personal”. Sólo quien nos acepta nos ayuda a crecer.


  1. Administrar la sinceridad significa valorar dónde se encuentra el otro y qué puede o no puede recibir. Significa preguntarse en cada momento qué efecto producirá en el otro lo que yo vaya a decirle.


  1. En nombre de la sinceridad podemos herir al otro. Esta es sin duda la manera más eficaz de mantener la distancia con los demás. Cuando el otro no está preparado para recibir nuestra sinceridad pueden abrirse grandes brechas entre nosotros.

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