Los principios de la sinceridad
- La sinceridad es cosa de dos. Deja de ser virtud cuando no
se tiene en cuenta al otro.
- Cuando decimos “te lo tengo que decir”, es probable que
malinterpretemos la sinceridad. Nos quedamos más tranquilos, pero
seguramente no ayudamos al otro.
- La crítica no es sinceridad, es juicio. Es importante distinguir entre lo que es hacer una
observación, “te digo lo que percibo sin decirte lo que me parece” y
emitir un juicio, “te digo lo que opino sobre lo que percibo”.
- Los juicios muestran nuestra no-aceptación del
otro. Nos
convierten en “denunciantes” de los errores del otro y, por lo tanto, en pésimos
compañeros de viaje.
- Aceptar no significa estar de acuerdo. Todos tenemos nuestros
valores. Aceptar es: “Yo te acepto con tus valores, en el especial momento
de tu desarrollo personal”. Sólo quien nos acepta nos ayuda a crecer.
- Administrar la sinceridad significa valorar dónde se
encuentra el otro y qué puede o no puede recibir. Significa preguntarse en
cada momento qué efecto producirá en el otro lo que yo vaya a decirle.
- En nombre de la sinceridad podemos herir al
otro. Esta
es sin duda la manera más eficaz de mantener la distancia con los demás. Cuando
el otro no está preparado para recibir nuestra sinceridad pueden abrirse
grandes brechas entre nosotros.
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